Les paga el sueldo a las esposas de los empleados para que ellos no se lo malgasten
Ocurre en un pueblo de la provincia de Tucumán
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En un pueblo pequeño llamado Rumi Punco, en el último rincón de la provincia de Tucumán, sus pobladores fueron protagonistas de algo inusual.
En este pueblito se está construyendo un nuevo centro de atención a la comunidad y en él trabajan alrededor de 30 obreros que cumplen sus funciones de lunes a viernes de 8:00 a 16:00.
Los días viernes los obreros entraban a las 6 de la mañana, dos horas antes de su horario habitual lo que hacía que terminen dos más temprano. Es así que para las 14:00 horas mientras guardaban sus herramientas, ya estaban preparando el fuego para el asado. Es que los viernes además es el día de cobro semanal, y los empleados gastaban la mayor parte de su pago en carne y vino que bebían hasta bien entrada la tarde en vez de regresar a casa con sus familias.
Para agregarle un poco más de emoción a sus festines, aprovechaban para jugar a las cartas y apostar lo que disminuía aun más su patrimonio.
Esto hizo enfurecer a sus esposas, quienes recriminaron a sus cónyuges por llegar todos los viernes sin dinero y estado de ebriedad.
Esta falta de dinero para las compras semanales se sentían no sólo en la casa de sus familias, sino también en los almacenes, es que las mujeres al no tener dinero debían pedir fiado a los comerciantes.
Al ser un pueblo tan chico, todos se conocían, los almaceneros comenzaron a reclamarle al patrón de los obreros: “Che Jorge, ¿Cuándo vas a pagar los sueldos? Porque tengo varios clientes atrasados con las deudas”. “Pero yo me sorprendía porque los sueldos estaban al día. Ahí tomé en cuenta que esto iba camino a la perdición”, comenta Jorge Rodriguez.
A raíz de las quejas, el patrón decidió solucionar el problema de una manera insólita: Ahora el sueldo lo cobran las esposas.
“El argumento es que las mujeres son más ahorrativas y siempre miran primero por los hijos”
Decidieron cambiar el día y la forma de pago: Todos los martes, las esposas se acercaban en horas del mediodía para recibir el pago de la semana anterior. Es que a esa hora los obreros tienen un rato para comer, pero luego deben volver a trabajar, lo que evita que se gasten todo el dinero ellos mismos.
Atrás quedaron aquellas largas tardes donde los hombres disfrutaban del asado, el vino y un poco de “timba”.