Dismorfia del selfie: El transtorno de las personas que no están conformes con sus fotos

Las personas que lo padecen presentan una percepción distorsionada de su imagen. Especialistas recomiendan prestar atención a esta situación que afecta mayormente a los jóvenes.

Las redes sociales ofrecen a sus usuarios un amplio abanico de filtros para modificar sus fotos y alcanzar ese ideal de belleza tan anhelado. Lo que puede ser un juego termina, en algunos casos, convirtiéndose en un problema cuando los jóvenes se identifican más con la imagen de sus selfie y rechazan su apariencia real, llegando incluso a acudir a la cirugía estética para cambiar.

La dismorfia de la selfie o de Snapchat es el término acuñado en Estados Unidos recientemente para denominar a aquellos personas que presentan una alteración de su apariencia. Quienes lo sufren suelen percibirlo como un trastorno físico, pero en realidad es un problema mental.

El trastorno dismórfico corporal (TDC), como científicamente se conoce, es una enfermedad mental en donde la persona tiene una percepción de su imagen corporal distorsionada. Es muy común que aparezca en quienes sufren desórdenes alimentarios como el sobrepeso, obesidad, anorexia o bulimia”, explicó la psicóloga, Mabel Alonso.

La profesional señaló que quienes sufren TDC tienen un pensamiento obsesivo frente al defecto físico, que puede ser mínimo o incluso imaginario, y produce la insatisfacción de la persona.

“Este tipo de trastorno afecta principalmente a los adolescentes -quienes permanecen mayor tiempo en las redes sociales- debido a que se encuentran en una etapa vulnerable. Están expuestos a cambios corporales y a las exigencias sociales como los ideales de perfección y belleza”, precisó.

En la búsqueda de parecerse a esa imagen ficticia que proyectan los filtros de Instagram o Snapchat algunos jóvenes acuden al cirujano para realizar el cambio deseado. “Es frecuente en los casos más severos de TDC, pero no es la solución”, indicó.

“Este trastorno no mejora con los cambios estéticos porque es una enfermedad mental. Las personas que lo sufren pueden someterse a intervenciones quirúrgicas, pero la insatisfacción permanece”, completó Alonso, quien destacó además que son frecuentes los conflictos con médicos que no consideran una evaluación psicológica asociada a los cambios que las personas demandan ante los pedidos de cirugía.

El diagnóstico temprano es un punto clave y tiene una incidencia decisiva en los pacientes. Los tratamientos orientados a esta problemática tienen su base en lo psicológico. “Son abordajes interdisciplinarios: salud mental, medicación (casos severos), acompañamiento y la contención familiar y del contexto”, añadió.

Señales

Alonso destacó que los padres deben prestar atención cuando sus hijos manifiesten algún malestar con su imagen física y brindarles las herramientas para prevenir que sufran el trastorno dismórfico. Además, remarcó el rol de los cirujanos cuando los jóvenes llevan al consultorio solicitando cambios estéticos.

“Los adolescentes pueden tomar algunas decisiones respecto a su salud, pero el entorno del paciente ayudará a que el afectado lo maneje de mejor manera. Los especialistas de la medicina estética deben trabajar interdisciplinariamente y advertir que ante la modificación en lo real del cuerpo es necesario antes que nada una evaluación que fundamente que ese cambio propiciará la salud mental del afectado y no viceversa”, concluyó.